Retrato Justino de Neve (Murillo) |
Fruto de esa relación de mecenazgo nacieron, en el decenio que transcurre entre 1660 y 1670, varias de las mejores obras del artista: laInmaculada Concepción de los Venerables Sacerdotes, los lienzos para Santa María la Blanca o la Muchacha con flores. Una alianza que el Museo del Prado recupera hasta el próximo 20 de septiembre y que permite al visitante un viaje en el tiempo a la Sevilla del Barroco, altiva, escéptica, bella y sensual.
La iglesia Santa María la Blanca, lugar donde ejercía el clérigo, ocupa el principal bloque de la exposición como lugar común de la ambición y alianza del artista con su mecenas. Justino de Neve encargó a Murillo dos grandes lienzos que debían emplazarse en la cúpula la antigua sinagoga: El sueño del patricio Juan y una de la dos docenas de la Inmaculada Concepciónde los Venerables, que Murillo pintó después de que el Papa dictase una bula en la que se permitía la devoción por la virgen y que fue acogida con gran fervor en la Sevilla del siglo XVII.
El broche de oro a esta exposición, que ha costado más de 10 años de trabajo al comisario Gabriele Finaldi, director adjunto del Prado, lo pone un cuadro nunca visto antes por el gran público: el San Pedro penitente. Un lienzo en el que San Pedro está retratado ante la entrada de una cueva con la mirada hacia lo alto y las manos unidas en oración disculpándose por la tercera negación a Cristo. Esta obra fue confiscada en la invasión napoleónica y terminó en manos de un particular en Inglaterra.
El Murillo de Wert
La exposición trae a colación la importancia del mecenazgo para el artista en una época en la que el Estado moderno y primitivo del siglo XVII dejaba en manos de aristrócatas, clérigos y una incipiente burguesía la financiación de la cultura. Pero resulta difícil pronunciar el término mecenas en la actualidad sin asociarlo al hombre que más lo ha repetido durante el último año, siempre y cuando no estuviera metiendo la tijera en el presupuesto de Educación, José Ignacio Wert, también ministro de Cultura.
En el nuevo Estado postcrisis que el Partido Popular está confeccionando a base de recortes, decretos y reconfiguración del papel de la Administración Pública, la cultura deberá buscar financiación en el capital privado. De esta manera, y según el secretario de Estado de Cultura, José María Lasalle, el Estado perderá el "monopolio que detenta desde la segunda mitad del siglo XX”.
Realizando un ejercicio de imaginación y trasladando al Murillo del siglo XVII a la época actual con una ley de mecenazgo ya implantada y con la función del Estado de sufragar y subvencionar el arte obsoleta, a Murillo no le quedaría otra que desarrollar su arte, como ya hiciera, por encargos del mejor postor. Si hace cuatro siglos la Iglesia desarrolló el papel de mecenas y el resultado fue una obra religiosa que ensalzó la recién decidida virginidad de María, madre de Jesús. ¿Qué resultado se podría esperar?
Por el mismo hilo de pensamiento creativo, y a veces cruel, el resultado podría ser que en lugar del retrato majestuoso del clérigo Justino de Neve quien abriera la exposición fuera un sublime lienzo de Ronald Mcdonald, un óleo señorial que refleje las bondades de Emilio Botín o un autorretrato del autor tras las ventanas del esplendoroso templo de Goldman Sachs.
El nuevo presidente de la SGAE, Antón Reixa, declaró recientemente que la nueva Ley de Mecenazgo que prevé el Gobierno "recorta la libertad" de los artistas. "No se puede retroceder. Mecenazgo no, y se lo diremos radicalmente al ministro José Ignacio Wert. No podemos entregarlo todo ahora a cambio de una idea rancia y con olor a naftalina que es el mecenazgo, que remite a beneficencia y recorta su libertad. Hay que defender la libertad de los creadores y del concepto de industrias culturales", concluyó.
Extraído de: Público
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